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Identificación de sustancias químicas nocivas: Guía de riesgos para la salud humana

Introducción

En nuestro mundo moderno, se utiliza habitualmente un número asombroso de sustancias químicas, que se calcula en unos 8 millones, de las cuales más de 70.000 se utilizan habitualmente en diversas industrias y miles más se sintetizan cada año. Aunque la gran mayoría son beneficiosas, una fracción significativa plantea riesgos sustanciales para la salud durante su producción, uso, almacenamiento y transporte. Ante la posibilidad de que se produzcan accidentes catastróficos, conocer los efectos nocivos de las sustancias químicas tóxicas no sólo es prudente, sino imprescindible. Actualizada a 27 de diciembre de 2023, esta guía profundiza en las sustancias químicas más nocivas, con el objetivo de dotar a los lectores de los conocimientos esenciales para navegar eficazmente por los riesgos que plantean.

Toxinas metálicas y metaloides

Entre la miríada de sustancias peligrosas, los metales y metaloides comunes como el plomo, el mercurio, el manganeso, el níquel, el berilio, el arsénico y el fósforo, junto con sus compuestos, plantean importantes amenazas para la salud. Estos elementos pueden acumularse en el cuerpo humano, provocando una intoxicación crónica. El plomo y el mercurio, por ejemplo, son conocidos por sus efectos neurotóxicos, especialmente nocivos en los niños, que provocan trastornos cognitivos y retrasos en el desarrollo. La exposición al arsénico puede provocar lesiones cutáneas, cáncer, enfermedades cardiovasculares y diabetes. La naturaleza insidiosa de estos metales y metaloides, unida a su omnipresencia en el medio ambiente, subraya la necesidad crítica de controles reglamentarios estrictos y medidas proactivas de protección personal en las industrias que manipulan estos elementos.

Gases irritantes

La industria química se encuentra frecuentemente con gases irritantes, como el cloro, el amoníaco, los óxidos de nitrógeno, el fluoruro de hidrógeno, el dióxido de azufre, el trióxido de azufre y el sulfato de dimetilo. Estos gases afectan principalmente a los ojos y a las vías respiratorias, provocando desde irritaciones leves hasta trastornos respiratorios graves o incluso enfermedades pulmonares crónicas. Por ejemplo, el cloro puede causar problemas respiratorios agudos y problemas crónicos con una exposición prolongada. Del mismo modo, la exposición al amoníaco puede provocar irritación ocular, dolor de garganta y daños pulmonares. Comprender las propiedades y los posibles efectos sobre la salud de estos gases es esencial para aplicar protocolos de seguridad eficaces en los lugares de trabajo con el fin de mitigar los riesgos de exposición.

Gases asfixiantes

Los gases asfixiantes representan una categoría de peligros especialmente insidiosa, ya que pueden privar al cuerpo de oxígeno, provocando la asfixia. Estos gases se clasifican en asfixiantes puros, como el nitrógeno y el metano, que desplazan al oxígeno del ambiente; asfixiantes sanguíneos, como el monóxido de carbono y el cianuro de hidrógeno, que inhiben el transporte de oxígeno dentro del cuerpo; y asfixiantes celulares, como el sulfuro de hidrógeno, que interfieren en el uso celular del oxígeno. La naturaleza incolora e inodora del monóxido de carbono lo hace especialmente peligroso, ya que las víctimas pueden no ser conscientes de su exposición hasta que los síntomas se agravan. Reconocer los entornos en los que es probable que estén presentes estos gases y comprender sus efectos puede salvar vidas, sobre todo en espacios confinados y entornos industriales.

Pesticidas

Los plaguicidas, incluidos los insecticidas, fungicidas y herbicidas, desempeñan un papel fundamental en la productividad agrícola, pero también plantean importantes riesgos de intoxicación si no se manipulan adecuadamente. Una mala gestión durante la producción, el transporte, el uso o el almacenamiento puede provocar intoxicaciones agudas y problemas de salud a largo plazo. Por ejemplo, los organofosforados, una clase común de insecticidas, pueden causar daños neurológicos y se han relacionado con problemas de salud mental a largo plazo. La formación adecuada de los manipuladores, el uso de equipos de protección apropiados y el estricto cumplimiento de la normativa son vitales para minimizar los riesgos para la salud asociados al uso de plaguicidas.

Compuestos orgánicos nocivos

Los compuestos orgánicos son omnipresentes tanto en entornos industriales como domésticos, pero muchos plantean riesgos significativos para la salud. Por ejemplo, disolventes como el xileno, el disulfuro de carbono y la acetona se utilizan habitualmente en los procesos de fabricación y pueden ser muy tóxicos. El xileno puede afectar al sistema nervioso central, provocando síntomas que van desde dolores de cabeza y mareos hasta efectos neurológicos más graves. El disulfuro de carbono es famoso por sus efectos neurotóxicos y se ha relacionado con trastornos psiquiátricos entre los trabajadores expuestos a niveles elevados. El metanol, si se ingiere, y se metaboliza en ácido fórmico y formaldehído, puede causar ceguera y es mortal en dosis elevadas. La concienciación y la manipulación adecuada de estos compuestos, incluida una ventilación adecuada y el uso de equipos de protección individual, son cruciales para prevenir sus efectos adversos para la salud.

Compuestos macromoleculares peligrosos

Aunque los compuestos macromoleculares como los plásticos no suelen ser tóxicos, su procesamiento puede liberar monómeros nocivos. Por ejemplo, calentar resinas fenólicas puede liberar fenol y formaldehído, ambos compuestos irritantes y potencialmente cancerígenos. La exposición a altos niveles de formaldehído se asocia a cánceres de nariz y garganta. Otro ejemplo notable es el politetrafluoroetileno (PTFE), conocido comúnmente como teflón, que al descomponerse a altas temperaturas libera gases tóxicos capaces de provocar la fiebre de los humos de polímeros, una enfermedad temporal pero aguda. Garantizar unas prácticas de higiene industrial adecuadas y controlar la exposición durante el proceso de fabricación son esenciales para salvaguardar la salud de los trabajadores.

Conclusión

Las sustancias químicas analizadas representan sólo una instantánea de los peligros potenciales presentes en diversas industrias y entornos. Comprender qué sustancias químicas son nocivas y los mecanismos por los que afectan a la salud humana es crucial para desarrollar protocolos de seguridad y medidas preventivas eficaces. Las actualizaciones periódicas y la formación continua sobre seguridad química son vitales para quienes trabajan con estas sustancias, especialmente en campos que evolucionan continuamente con nuevas aplicaciones y descubrimientos químicos. Manteniéndose informados y vigilantes, los trabajadores y los profesionales de la seguridad pueden ayudar a prevenir los efectos adversos para la salud asociados a la exposición a sustancias químicas peligrosas.

Sobre el autor

Chin Trento

Chin Trento tiene una licenciatura en química aplicada de la Universidad de Illinois. Su formación educativa le proporciona una base amplia desde la cual abordar muchos temas. Ha estado trabajando en la redacción de materiales avanzados durante más de cuatro años en Stanford Advanced Materials (SAM). Su principal objetivo al escribir estos artículos es proporcionar un recurso gratuito, pero de calidad, para los lectores. Agradece los comentarios sobre errores tipográficos, errores o diferencias de opinión que los lectores encuentren.

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